Marina Yuszczuk empieza un libro de una manera tan sencilla como fascinante que me vuelve loca y la voy a imitar y espero que jamás lea esto porque no le quiero faltar el respeto. “No sé como escribir esto, voy a empezar y punto” y ustedes me dirán si al final les dio mucho cringe o fue soportable.
Me parece un poco estúpida la gente tirapostas. De un lado estamos los que tenemos la razón y somos el bien, y del otro esta la gente que persigue como única finalidad la maldad. Me embolan las dicotomías, especialmente si se tratan de lecciones de la vida en general. Lejos de pararme desde la razón, creo que soy bastante buena narrando desde la falta. No tengo la posta de absolutamente nada ni pretendo tenerla.
Hace varios meses que tengo esta idea vanidosa, entusiasta y ridícula (más adelante les contaré sobre por qué le robo conceptualizaciones a Borges) de escribir sobre las cosas que charlo con mis amigas, las cosas que leo, escucho o veo. ¿Por qué no escribir un diario intimo o en un cuaderno y ya? ¿Por qué la necesidad de exponerse con extraños? A veces me hago esas preguntas. Creo que un poco porque soy hija de la era digital. No todo tiene una explicación ni un posicionamiento político, pero hay algo que se me juega en términos de creer que lo que una tiene para decir es importante y merece ser escuchado, lo cual es bastante egoísta y un poco falso, pero la idea de hacer puente o que haya un feedback del otro lado, con otras personas que estén en la misma o que algo de lo que puedan leer de acá lo sientan cerca, es esperanzador. También estoy abierta a que piensen que soy un poco tarada por fingir una versión de Carrie muy precarizada. Transitamos la vida como podemos, y escribirle cosas a un interlocutor que nunca estuvo, siempre fue la mía.
Hace un par de fin de semanas le pedí a una amiga que me acompañara a un ciclo de lecturas en un bar de Palermo. Vi el flyer por Instagram, iban a leer autoras argentinas que sigo hace bastante, y me decidí por ir. Fue un domingo a las siete de la tarde, y aunque la pasé bien, el ambiente del bar me absorbió.
Era un bar bastante normal en el corazón de Palermo, las personas que estaban rondaban los 20-35 años y lo que más me llamó la atención es que estaban todos vestidos de manera bastante similar o al menos con los mismos colores. Nada salía de la gama del negro, gris y beige. Zapatillas, jean ancho, tapado y tote bag. Poco porro, mucho cigarrillo armado con hierbas del tipo vainilla, lavanda, etc. La gente que estaba sentada en las mesas se reía, pitaba un pucho, se tomaba un trago de cerveza y chequeaba las notificaciones del celular ¿Se daban cuenta de que estaban vestidos exactamente todos iguales? Llegamos temprano para conseguir una mesa, y la gente que llegó más tarde se puso delante nuestro para escuchar la lectura. Les tuve que pedir uno a uno que se corrieran, y aunque lo hicieron, me molesto la soberbia de no girar la cabeza 90° para chequear que tu presencia no este molestando a otres.
Todo esto que estoy relatando no creo que sea bueno ni que sea malo, son puntos de vista, percepciones y me animo a decir que existe una concepción de que el mundo empieza y termina en ciudad de buenos aires. Todas las cosas que leo (y leo bastante) son sobre experiencias de gente, principalmente de chicas de mi edad, que viven la vida entre Avenida Santa Fe y Córdoba, y si viven en Balvanera se narran como outsiders. Me aburren sus experiencias de vida en la gran ciudad, o capaz es solamente envidia. Lo único que realmente envidio, es que todo lo que mínimamente me causa interés, transcurre en capital, esta cerca o a diez cuadras caminando.
Solo soy una chica del conurbano pensando constantemente ¿Qué hace una chica como yo en un lugar como este? Con amigas pasamos horas charlando sobre los lugares que transitamos. Ser del conurbano te da una apertura mental difícil de explicitar para quienes no viven acá, pero es la sensación de saberse oriunda del primero, segundo o tercer cordón y discernir fácilmente a los varones pelotudos, el acento porteño, lo ridículamente caro y las cosas frívolas. (Aunque soy militante de algunas frivolidades, pero eso lo puedo contar otro día)
Con todo esto no quiero decir que quienes vivan del otro lado que divide la General Paz sean personas frívolas o malas, pero me interesa y quiero vivir una vida por fuera de los mandatos progres de Palermo o de Recoleta. Sé que en algún punto que todavía no logro entender soy una de esas chicas de Palermo, así como también soy una chica que vive en La Matanza. Estas palabras intentan ser respuesta a todo eso que nunca nadie pidió, pero de las cuales me nace una sed difícil de saciar: la necesidad de leer y escuchar a chicas del conurbano contando experiencias, propias del conurbano.
Recomendación: Intranquilas y Venenosas de Olivia Gallo y Tamara Talesnik. Editado por Odelia.
En historias ya recomendé este libro, pero lo vuelvo a hacer porque me parece hermoso. Olivia y Tamara son amigas y se escribieron vía email durante toda la cuarentena 2020 (war flashbacks) y se compartieron pensamientos y reflexiones de la vida, cosas que te pasan por la cabeza cuando estas en la mitad de tus veinti y seguís sin captar del todo de que va la vida. Me encantaría leer algo parecido pero con experiencias del conurbano.
PD: No sé cuando va a salir el próximo, pero espero que sea rápido. Tengo los dm abiertos por si me quieren comentar que les pareció.
PD2: Creo que las recomendaciones mensuales de libros las voy a dejar de hacer por Instagram y las voy a hacer por acá.
PD3: Si me ven en la calle o nos encontramos en algún lugar, no me comenten sobre las cosas que escribí acá. No me expongan, cuídenme.
-Agus.