A la salida del trabajo comparto colectivo con una compañera, las dos nos tomamos el mismo ramal. En el tiempo en que tarda en llegar nuestro colectivo tratamos de charlar sobre cualquier otra cosa que no sea el trabajo. La última semana, me contó que estaba triste por una situación familiar que estaba atravesando, pero lo que más le dolía era que el pibe con el que se estaba viendo, se desligo completamente en el momento en que ella le dijo que se sentía triste. Al final, volvimos en el colectivo charlando sobre los contratos, los pactos que hacemos con las personas, y las formas de vincularnos con el otre, no importa cuál sea el rotulo. Cuándo llegué a mi casa pensé que al final todo se empieza y termina en el amor.
Cuando me veo con alguna de mis amigas, charlamos diez minutos sobre facultad y trabajo, el resto de las horas nos dedicamos a analizar meticulosamente los vínculos que atravesamos.
En Avenida Santa Fe está la librería de Cristina y Pablo, si tengo algo de margen del sueldo, siempre paso a comprarme algún libro que me recomienden. La última vez que fui, Cristina estaba acomodando una tanda de ejemplares que entraron de El fin del amor de Tamara Tenenbaum, le comenté que ya lo había leído y le sugerí a ella que lo hiciera. Me respondió que ya estaba grande para esas cosas.
Me parece una estupidez convertir una experiencia personal en algo universal, pero en algún punto ¿no estamos todes, constantemente, hablando sobre amor? Pero no de cualquier tipo de amor. No hablamos tanto del amor filial, o del amor entre amigues, como lo hacemos de los vínculos amorosos. Ni tampoco lo hacemos todes, quizás en mayor medida, lo hacemos las mujeres más que los hombres. Brigitte Vasallo, en su libro El desafío poliamoroso, explica la existencia de una jerarquización de los vínculos sexoafectivos por sobre todos los demás amores, y plantea que los vínculos sexoafectivos clásicos aparentan tener un estatus superior a otros afectos, como la amistad, la cual aparece como una mera sala de espera hacia otros vínculos o amores. Si borraramos esa jerarquización, no existiría la necesidad de sustituir algunos afectos por otros. Vasallo propone que si pensáramos al amor en términos de redes afectivas cambiaría un poco el esquema de nuestras vidas.
¿Todo se reduce al amor? El tiempo se me va en analizar cada palabra, cada gesto, cada mensaje, quizás un poco en la búsqueda de desarmar el libreto del amor romántico, de querer bien al otro, ser querida y no arrastrarse por el drama de la posesividad. Aunque las intenciones son muy progres, algo en la búsqueda de esas respuestas termina irreductiblemente en el amor romántico como discurso único.
El amor tiene su cuota de adicción, de adrenalina e intensidad, pero no por eso tiene que ser lo más primordial de la vida. Me sigue interesando hablar de los libros que leí, el último disco que escuché, del trabajo, los quilombos familiares y la plata. Me sigue interesando escuchar a mis amigas hablar sobre otras cosas que no sean el amor, los vínculos y el sexo. Me niego a que el amor se instale en mi vida como monotema. Y sin embargo, la realidad está ahí, para tocarnos el hombro y recodarnos que la vida no se reduce a meras intensiones y deseos. Hace un par de fin de semanas, en una cervecería, un chico se acerca a la mesa en la que estaba y me pide mi contacto. Me dice que le llamó la atención mi manera de expresarme, me puse nerviosa pensando en que quizás me estaba mirando desde hace rato sin que yo me percatara. Cruzamos un par de mensajes nada más y sin embargo, cuando mis compañeras de trabajo me preguntaron como la había pasado el fin de semana, eso fue lo primero que conté. Podría haber contado que me dieron la nota de ese parcial del cual me estuve quejando toda la semana y que al final aprobé, o del bar nuevo que conocí y me gustó, o del jean que me compré y que me hace linda cintura.
Una vida colonizada exclusivamente por lo romántico no puede ser 100% amable con nuestro psiquismo, y un poco de justicia hay en el hecho de que como mujeres no estemos constantemente hablando del amor y de los vínculos, para poder pensar en otras cosas (no necesariamente el amor y esas otras cosas son algo antagónico) pero también sé, que una vida llena de todas las demás cosas, no alcanza sin la incontrolable búsqueda del amor. Con más dudas que certezas, pienso que el amor romántico como discurso único quizás nos venga a rescatar de lo rutinario, de lo irreversible, y de lo fatalista que puede aparentar ser la cotidianidad a veces. Adrián Dárgelos ya lo dijo, increíble tentación es el amor.
-agustina.
PD: arriba dejé una playlist con mis temas de amor predilectos, porque puedo estar en contra del amor como monotema, pero ke lindos que son los temas romántikos.